Vivimos en una sociedad de
empobrecimiento a nivel económico y social. La crisis afecta al ciudadano de a
pie, desde esos padres que quieren que su hijo tenga unos buenos estudios, un
inmigrante que busca atención médica urgente, a un anciano que lo único que
espera es llegar a los 65 años para poder cobrar una pensión y dejar esa
empresa a la que había ayudado durante muchos años. Todos los recortes están
afectando a nuestro día a día en el país, lo que no sabemos es lo que pasará en
un futuro no muy lejano si seguimos en esta línea.
Por
un lado, la educación y la sanidad se están yendo a pique con los recortes del
gobierno actual, aunque tampoco quiero desprestigiar el mérito de la anterior
campaña que ha provocado esta crisis. Mi ocupación aquí no es entrometerme en
los asuntos de partidos, sino juzgar sus medidas. Una de ellas, que recae sobre
los jubilados, es la de acabar con las pensiones.
Una
medida tomada para el futuro, pero que está empeorando el presente, como si aún
siguiéramos en el pasado. Lo que pretenden es aumentar, aún más si cabe, la
edad mínima para poder jubilarse y recibir una pensión. Pero ahí no acaba el
problema. Además cada día realizan más y más recortes en ese subsidio,
convirtiéndose en un sueldo alimenticio muy justo.
Y
esto no ayuda al desarrollo del país. Los jóvenes no pueden mejorar la economía
estando en el paro, y estos jóvenes emprendedores están sin trabajo porque las
personas más mayores siguen trabajando hasta los 67 años, lo que empeora el
progreso. Debemos cambiar esta situación para que, al final, no tengamos a
jóvenes emigrando a otros países en busca de trabajo y a ancianos trabajando en
la construcción para poder sobrevivir independientemente.